No crezcas es una trampa

Mi niñez huele a bizcochuelo una tarde de otoño, tiene la sonrisa cómplice entre hermanos, la ganas de jugar a la paleta y andar en bicicleta.

Tiene el gusto de las moras del fondo de mi casa. El color de las rosas de mi madre.

Me recuerdo corriendo por las calles en busca de aventuras con amigos y vecinos o jugando al poliladron. Los saltos en la pileta las tardes de verano, las chocolatadas con galletitas y las charlas con mi hermana en las siestas no dormidas.

Guardo fotos mentales de momentos inolvidables, de una infancia divertida, encantadora, aun mantengo parte de esa inocencia dentro de mí y es parte de lo que ahora soy.

Volvería a ser esa niña una y mil veces.