miércoles, 21 de agosto de 2019

Los dos caminos que nos separan hoy siempre se unen en el mismo lugar.



No tenían muchas cosas en común, sus edades eran desiguales, aunque en sus pensamientos eran bastante similar y se divertían a costa de ello. Sus maneras de caminar no coincidían, mucho menos sus estaturas, pero sus manos cuando se unían parecían haber sido forjadas en el mismo molde, piezas exactas para encajar unas con otras y con los dedos entrelazados de vez en cuando caminaban en la misma dirección.
Él se sentía dueño del mundo y de sí mismo. Ella, frente a él, como una niña insegura, con sus emociones confundidas. Y aunque rara vez estaban juntos, a la distancia se tenían el uno al otro y ellos lo sabían.
Así es la historia de Bella, como muchas otras tantas, que van y vienen, sin saber cuándo, donde y cómo será el final.

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